No hay duda de que los cambios generacionales son naturales, lógicos y necesarios. En eso se basa la evolución, pero de todos los seres, los humanos somos los únicos que hemos desarrollado una evolución psíquica y ésta, a diferencia de la física, puede pararse o incluso retroceder, aunque luego siempre termine tirando hacia adelante.
De pequeño, los cómics que leía de Marvel y Dc (y otros, claro) habían sido concebidos y creados una década atrás. Al principio no notaba nada raro, pero en cuanto empecé a comprarme mis propios cómics, encontré satisfactorias diferencias. Pasé de Vértice/Surco y Bruguera a Forum y Zinco. Me identificaba mucho más con esos nuevos cómics, los personajes eran más modernos, más molones, aunque en el fondo seguían siendo los mismos. Los mirabas y sí, habían cambiado en alguna cosa, pero era como comparar a un padre y un hijo que son iguales, salvo por la diferencia de edad y ropa.
Evidentemente me volqué con los nuevos, pero me encantaba que todo estuviera conectado y que se hablasen o mencionasen cosas del pasado que yo había conocido y también de las que no, para indagar y saber más. Supongo que a todos nos pasaba lo mismo. Era muy de agradecer cuando soltaban algún comentario tipo “¡Jamás olvidaré lo que hiciste en Nueva York!*” que le pusieran un asterisco y en la cartela pusieran “*Como se vio en los números 121-123 de Quiensea-man”. Vaya, que en ese conglomerado de guionistas y editores, se esforzaban por tener coherencia, por construir la Historia de sus historias.
Los cómics son la mitología de los EEUU, del mismo modo que la comida rápida es su comida tradicional. Habiendo exterminado la cultura india autóctona y rompiendo con Europa, pretendían y consiguieron no solo ser una nación, si no ser una nueva nación a todos los niveles, lo que implica intrínsecamente no tener una historia, cultura ni tradiciones previas. O lo que es lo mismo, no tener identidad como nación. Esto ha tenido cosas buenas y cosas malas, y entre las buenas están sin duda los cómics. O estaban. Hollywood es otra, o era. Hacían películas y series basadas en superhéroes, adaptaciones (no revisiones), y las percibíamos como homenajes, mejor o peor logrados, que no influían en el devenir de los cómics. Eran material extra, complementos.
Ahora, los papeles se han invertido y los cómics son los extras de dvd´s, solo que se compran aparte, en tochacos de tapa dura y papel
satánico satinado. Los personajes se dibujan con la cara de los actores y se hacen tramas que complementan las de las películas. Si, amigos, me refiero especialmente a los Vengadores. Puede que sean buenas películas, pero como adaptaciones son nefastas ya que han rematado a los cómics (Marvel y Dc), moribundos desde los noventa.
Ya no se trata solo de que los personajes no tengan nada que ver (Tony Stark, de alcohólico depresivo a ser el alma de la fiesta), que cambien relaciones (Viuda Negra tuvo un “romance” con el Capi, no con Banner) o que mezclen (Henry Pym es quien crea a Ultrón). La cosa va más allá y es que se cargan la esencia propia de los superhéroes(de Marvel y Dc). Una serie de directrices que contemplaban claras excepciones, unas reglas no escritas tan flexibles que permitían su incumplimiento y que establecían unas bases sobre las que se podía construir cualquier cosa.
1-Identidad secreta:
Yo entiendo que quieran enseñar las caras de los actores, que para eso las pagan, pero una cosa es enseñárnosla a los espectadores y otra que vayan todos a cara descubierta. No puede ser que desde el primer momento todos sepan quiénes son todos. Así pasa lo que pasa, que Ojo de Halcón tiene a su mujer y sus hijos encerrados en una jaula de oro, aislados en un campo remoto. También pasa que directamente nos cargamos que un personaje tenga identidad secreta para evitarnos problemas, como el ya mencionado Iron Man (ahora “se llama” Tony Stark) o Thor. En el caso de Thor, creo que erraron muy desafortunadamente al no hacer que Odín lo castigara a vivir una vida humana sin recuerdos, desde el principio hasta terminar siendo Donald Blake, un doctor buenazo con un bastón que al golpearlo contra el suelo se convertía en Thor, a lo He-Man. ¡Por el poder de Greyskull!
Como ya he dicho, los cómics son o eran una neoreligión y este nuevo y colorido ejército de dioses y semidioses querían ser como nosotros. Eran como nosotros y nosotros podíamos ser como ellos. Tu vecino, tu padre, tu compañero de estudios o de trabajo o incluso tú mismo podíais ser un superhéroe y nadie saberlo. Un accidente, un experimento… Cualquiera podía convertirse en uno de ellos de la noche a la mañana.
Vivían entre nosotros, ocultos, porque querían volver a casa y poder descansar sin que nadie les atacara. Querían pagar facturas e impuestos, hacer barbacoas, conversar sobre el tiempo en el metro o en un ascensor, ver partidos de béisbol… Como cualquier buen norteamericano.
Sí, ya sé que con tantos personajes se comerían muchos minutos de metraje porque hasta el Capi tiene vida privada (no tanto identidad secreta), pero pienso que hay muchas maneras de conseguirlo. Necesitan de una máscara, un disfraz, para poder estar tranquilos en sus casas y saber que nadie va a ir allí a destrozarla ni a detenerlos ni va a hacerle daño a tu gato o a algún familiar o amigo. Es de sentido común. Aunque seas Bruce Wayne en tu mega fortaleza-mansión, no te apetece que vengan a tocarte las narices a casa. De ahí la bat-señal, “Vosotros poned mi logo en el cielo y ya si eso voy”.
Los superhéroes no revelan sus identidades secretas ni se quitan el antifaz en cuanto conocen a otros, incluso ni cuando deciden agruparse o ser equipo. Alguno puede y a la larga, la mayoría, pero de entrada no, gracias.
2-Relaciones que empiezan mal:
En un mundo de enmascarados con identidades secretas y malentendidos bienintencionados, se hace difícil saber quién es bueno y quién malo, más aún cuando hay bastantes que ni son una cosa ni la otra. Cuando un superhéroe se topa con otro (lo que pasa muy a menudo) no suele haber buen rollo, empiezan a hostias. Bien porque no se conocen y ante la duda, mejor curarse en salud o bien porque ya han oído hablar el uno del otro y no comparten métodos. Un superhéroe es un justiciero que sabe que lo que hace no está bien del todo, incluso duda y/o tiene crisis sobre si deber seguir haciéndolo, unos más y otros menos.
En la primera de los Vengadores plantean esto brevemente y en Batman Vs Superman lo desarrollan, pero en ambas resultan forzado y mal resuelto, a mi juicio. Ni se odian con tantas ganas ni de repente son colegas. No se trata de algo personal, los buenos son buenos y tratan de pensar bien hasta de los malos, aunque cuando se aclaran las cosas, siempre queda cierto resquemor y distanciamiento.
3-Archienemigos:
Los supervillanos a los que se suelen enfrentar los superhéroes son más o menos de sus tallas, no logrando vencerlos nunca del todo, ya que como mucho terminan encerrados en algún lado del que no tardarán en fugarse para volver a las andadas y buscar venganza. Un círculo vicioso en el que el Bien prevalece, pero el Mal nunca desaparece ya que el Bien, en su bondad, no puede destruir el Mal. Así todos tienen archienemigos varios, incluso los comparten. Un archienemigo no dura una película, dura toda la vida, como un enamoramiento platónico enfermizo. Todo el día pensando en dónde estará y en qué estará haciendo, forzando encuentros y situaciones, interrogando a sus amigos y conocidos…
4-Salvar al mundo:
Al mundo no hay que salvarlo solo ante amenazas todopoderosas una vez al año, al mundo hay que salvarlo día a día. De sí mismo. Esa chica a la que intentan violar, ese supervillano que atraca un banco, ese tren que descarrila… Sí, en la mayoría de películas hacen alguna de esas cosas antes del gran enfrentamiento, pero para favorecer la trama en sí, relacionándolo directamente, como a quien le pilla de paso. La mayoría de veces son esos supervillanos finales o sus esbirros quien las ha provocado.
La vida diaria de un superhéroe (y de un supervillano) es tan trascendente como esos grandes enfrentamientos puesto que lo importante no es solo cómo y cuándo ponen al límite sus superpoderes y salvan al mundo de un peligro inminente; también (y quizás más) cómo se contienen en sus vidas secretas, cómo las protegen, cómo se enfrentan una y otra vez a otros superhéroes, a archienemigos y a ellos mismos.
->Resumiendo:
En fin, supongo que a los cómics y a Hollywood les está pasando como a aquellos colonos americanos; quieren ser independientes de su pasado, como ese adolescente rebelde que reniega de sus padres carcas. No se dan cuenta que se condenan a un reboot continuo que desdibuja su identidad.
Que sí, que son todas películas y series muy buenas (como si quieren darle un óscar a una), pero como adaptaciones las considero terribles. Como he dicho, no es ya que no respeten los personajes, es que les da igual la esencia y, encima, si lo señalas, te llaman ortodoxo extremista, como si para un religioso como yo eso fuera malo.
Entiendo perfectamente a esa gente religiosa a la que, después de tantos años de educación en el buen camino, de oraciones, plegarias, ceremonias, lecturas, pasajes memorizados, cánticos y demás historias, les sale espuma por la boca cuando les llega alguien que les dice “No, eso no es así”.
Estamos en tiempos extraños; en el mundo friki nunca había habido un choque generacional como el que está habiendo.
Todas estas pelis eran cómics antes.